A veces
cuando veo la carita de mi madre asomándose por atrás de su notebook nueva y
mostrándome con astucia el video de you tube que está a punto de compartir en
su facebook siento que esto debe ser un castigo por la cantidad de veces que
los hijos quisimos llamar su atención mostrándole alguna poronga que acabábamos
de aprender a hacer, tipo el rol adelante, el globo terráqueo de papel maché o
un retrato suyo con nosotros en la plaza hecho a crayón (oh dios).
A veces
cuando me muestra una página que descubrió espartanamente en GO-OGLE, o mejor
dicho, la página MIL NOVECIENTOS NOVENTA Y NUEVE, siento que esto debe haber sentido ella cuando
yo le tocaba 15 veces consecutivas el dos por diez en la flauta dulce.
No se si me
causa ternura o ganas de estrolar una docena de huevos contra el piso, el hecho
de que se siga sorprendiendo porque en Internet está todo, desde el alquiler de
la casa para las vacaciones hasta la receta del budín de pan, pasando por la
nota de yoga y las fotos de los gorilas de Tanzania. TODO.