miércoles, 28 de septiembre de 2011

Te quedó un orégano en el diente, mamita.

La cosa es así. Convivo con un hábito que me molesta tremendamente. El hábito es de otra persona, una persona con la que trabajo, por ende, una persona que veo todos los días.
Este hábito consiste en lo siguiente: Esta persona come. Y se ve que entre sus dientes hay ranuras y que dentro de esas ranuras la comida, lamentablemente queda atorada. Esta persona lleva aire hacia adentro, haciéndolo pasar por estas ranuras y de ésta manera empuja el trozo de comida atorado entre los dientes y lo quita. Esta llevada de aire hacia adentro va con ruido.  El tema es que no es tán rápido como parece y tampoco es constante. Esta persona lo hace una vez y me irrita. Cuando logro pasar este momento de ganas de incendiar una cueva de osesnos viene el otro ruido, el otro intento por remover el alimento que hace raspaje en lengua y por eso genera molestia. Y así varias veces. Varios ruidos. Y mis manos se aferran al teclado y trato de no llorar de la bronca y la impotencia.
No es sólo el ruido lo que me molesta. Es que indefectiblemente mi mente vuela e imagina el trozo de carne atorado entre sus dientes y me da náuseas. Y el hecho de que no le interese en lo más mínimo la reacción que me genera me exaspera aún más. O SEA, convivís con gente. No sos un náufrago pedazo de asqueroso. No vivís en una isla. No se te atoró un pedazo de coco. SE TE ATORÓ UN PEDAZO DE ENSALADA Y ESTAS AL LADO MIO, POBRE SER QUE NO TIENE OTRA QUE ESCUCHAR LA LUCHA ENTRE VOS Y TODA LA PIRAMIDE ALIMENTICIA.

No hay comentarios: