miércoles, 22 de junio de 2011

Invierno


Hace un tiempito me compré un paraguas verde. Mi inocente obsesión por querer ver siempre las cosas en positivo me llevó a pensar que adquiriendo un paraguas verde loro, lograría combatir el monocromático estilo invernal. Ilusa yo al pensar que con mi paraguas verde me deslizaría líquidamente por los misteriosos rincones de las calles cordobesas bajo la suave llovizna, tiñendo de vivacidad con mi ocurrente color el sutil gris de esta estación.
Ilusa yo, que intenté hacer poesía de la más cruda y desesperante verdad: no hay “líquidos deslizamientos por las calles cordobesas” sino torpes saltos intentando evadir los charcos de barro y aceite que se hacen en las calles, y malabares para intentar no patinarme en las veredas de tierra. Tampoco hay “suave llovizna” sino una lluvia molesta que te rompe las pelotas, que de a ratos no se si abrir o no mi poético paraguas verde y cuando me descuido estoy toda humedecida. De suave y conceptos afines no tiene nada, en todo caso es insufrible, irritante y helada. Tampoco existe ese tal “sutil gris de esta estación”; en su defecto, veo un neutro deprimente que ni con verde flúo puede ser contagiado de un poco de onda. La gama cromática va del gris-negro, al gris tierra pasando por una insulsa gama de marrones y “grisoides” (porque si fuesen grises como la gente, todavía!).
Es el primer día del invierno y puedo afirmar que evidentemente me equivoqué.
No hay absolutamente nada de lírico en esperar al N5  a las 14.03 hs, cubierta con un paraguas verde loro que más parece una burla al sentido común que un intento por ponerle luz al invierno, y que encima ni siquiera impide que se me mojen las piernas.

No hay comentarios: