viernes, 22 de julio de 2011

EL CUERPO Y EL COLECTIVO

El metabolismo corporal en su totalidad se ve afectado cuando un ser humano cualquiera pone un pié en el colectivo.
Ah! Si. Esa especie de máquina trituradora de energía y bienestar que cuenta de dos orificios de contacto con el exterior, uno ubicado en la parte delantera por donde la materia ingresa (ser humano en estado normal y estable), y uno en la parte trasera, por donde sale la materia triturada (ser humano en estado molido y deplorable).

Comencemos por el TERMOSTATO CORPORAL. Nunca, jamás, en tu vida (pero mucho menos en invierno) te va a pasar de subir a un colectivo y que tu cuerpo se sienta a gusto con la temperatura que hay adentro. Si vas con la campera en la mano para evitar desmayarte del tufo adentro, es OBVIO que el colectivo va lleno de jóvenes adolescentes que acaban de salir de gimnasia o jugar al fútbol y se han encargado de abrir todas y cada una de las ventanillas, o un viejo de esos que vivió toda su vida en el campo y está tan curtido que los treinta grados bajo cero de Córdoba Capital no le hacen NI cosquillas. Y vos ahí, parada en el pasillo (en el 90% de los casos) con el bolso colgado y la campera en la mano y apenas 20 cms cuadrados para mover tus brazos y hacer el intento de abrigarte. No seas iluso.
Si, por el contrario, subís con la campera puesta. Mamita!! Bancame vos una asfixia! Encima si tuviste la suerte de poder sentarte tenés que hacer malabares contorsionistas con tu cuerpo para sacarte el abrigo sin matar a codazos al que está sentado al lado tuyo.

Continuemos por la caja torácica y el aparato digestivo. Es una fija. Llego a la mujer urbana y empiezan los mareos y las nauseas.  El calor producido por el desequilibrio en la sensación térmica del cuerpo, sumado al infaltable jueguito “acelero-freno acelero-freno” de los choferes generan una especie de fuerza volcánica que emerge desde la boca de mi estómago y que me genera una INEVITABLE SENSACIÓN NAUSABUNDA. Me empiezo a sumergir en el asiento intentando buscar una posición pseudo-horizontal que me alivie un poco la sensación de cólico renal que me genera el paseo, y empiezo a abrir la ventanilla (pobre el  gil que subió sin abrigo intentando burlar el tufo interno). Sube y baja sube y baja por el esófago (o lo que sea que se llame ese tubito que conecta el estómago con el exterior). Llegando al Puente Avellaneda, la sensación de enferma de cólera empieza a menguar hasta terminar desapareciendo justo cuando ya me preparo para bajarme.

Por último, el aparato auditivo (ponele que exista! Jaja). Al traqueteo constante que genera la lata que me transporta, le sumamos las conversaciones que de vez en cuando nos toca escuchar o la música del celular del pre-adolescente. Este cóctel estalla cuando estoy parada en la puerta por bajarme, y viene un ser (cualquiera sea su edad, género y altura) y me pregunta: “DESCIENDE”????? WTFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! DESCIENDE? Te entiendo que no te de el tupé para tutearme, pero USAR EL VERBO DESCENDER! Por dios creo que ese verbo fue hecho PURA Y EXCLUSIVAMENTE PARA ESA SITUACIÓN in colectivum, y luego exportado hacia la jerga del fútbol. ME IRRITA QUE ME PREGUNTEN SI “DESCIENDO”. Me bajo nena, me BAJO DEL COLECTIVO. No desciendo a la infratierra ni nada por el estilo. BAJO, del verbo BAJAR. Si?!

1 comentario:

a dijo...

vos por lo menos "descendes", peor cuando una vez que atravesas toda esa masa de gente chivos y bolsos para llegar finalmente a la puerta que te saca de esa tortura te encontras con la señora bloqueandote el paso, anclada al lado del timbre!!! : señora se baja aca? No nena, en la próxima.
Entonces decime qué carajo haces ahi parada vieja gila correteee tenes 200 mt mas todavia, no se te va a escapar el timbre solta el cañitooooooo!!!!!!!
Las odio.